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Blog Remei Capitan - Agradecimientos

Abuelo, ¿dónde eres? Miré dentro y ya no te vi.
¿No volverás nunca más? ¿Quién llevará a la abuela a bailar?
Tus amigos del hogar, ¿cómo jugarán a cartas sin ti?
Recuerdo cuando me cogías la mano para cruzar la calle, me apretabas tan fuerte, el rojo de la sangre corría por mis deditos y yo sabía que me querías mucho.

El huerto quedará yermo sin ti, al igual que nuestros corazones.
Gracias por tanta sabiduría, por abrirnos camino, por tus abrazos y consuelos.

Abuela, recuerdo colocarme tus zapatos de pequeña, pulirme y ponerme guapa para imitarte en todo, herederos luz avanzada en el mundo.
Suerte tuve de tus recetas, de esas magdalenas, de esos coques, panadones, buñuelos y gazpachos. Cuántas historias dulces y amargas me golpearon y me hicieron crecer como persona.

Tus cuidados, tus besos, cuánto amor por recibir y por dar.

Padre, quien debía decirlo, tantos planes que teníamos soñados.
¿Quién me regañará aún ahora cuando la haga gorda? ¿Quién me allanará el camino cuando yo no pueda saltar?
Tendré que explicar a los niños que has muerto, que no volverás, y al mismo tiempo, que nunca se marcharás porque tu amor permanecerá siempre con nosotros.
Esposo, amigo, qué vacío en el corazón, te regañaría, estoy enfadada y no puedo. Te haremos un dibujo, un escrito, una canción, todo lo que te gustaba para que nunca nos olvides, nosotros no lo haremos.

Madre, me enseñaste a leer, a escribir, a respetar, a creer en mí, me mimaste y cuidaste, pero nunca me explicaste cómo era vivir sin ti. Ahora tendré que combatir sola lo que la vida me depare.
Saldremos seguro porque hiciste buen trabajo, dejaste las semillas bien germinadas y cuando florezcan todo recordará a ti. Engalonaremos nuestras vidas de colores y perfumes que llevarán tu nombre, así dónde vamos estarás con nosotros.

Hijo, nos dijeron; "la gente joven no muere", no es justo.

Hacía tiempo que lo esperábamos y justo ahora que no podemos despedirte, mueres, no es justo. La palabra justicia y muerte, nos atrevemos a pronunciarlas juntas como si de un matrimonio se

tratara y ni siquiera son de una misma familia. Qué dolor tan profundo en el pecho, nos ahogamos y el aire no llega a ningún alvéolo de nuestros pulmones. Sólo el amor hacia ti, tu recuerdo, nos da un hilo de esperanza para volver a empezar, para volver a andar.

Hija, ojalá hubiera muerto yo. A ti no te tocaba. Tenías toda la juventud por delante, toda una historia por escribir. ¿Quién le escribirá ahora?

Dicen que es ley de vida, que era la hora y yo no reconozco ninguna ley ni hora para verte morir.
Sin embargo, retomaremos fuerzas mirando tus reportajes, tus fotos, nos nutriremos de tu vitalidad y haremos todo por ti como tú lo harías por nosotros.

Hermano, hermana, recuerdo aquellos tirones de pelo, las fechorías para llegar el primero a la tarta hecha por la madre, coger el trozo de látigo que quedaba en la nevera o la última aceituna del vermut de los domingos. Todos los deberes que me ayudaste y cuando fuimos mayores, te hice padrino de bautizo de mi primer hijo esperado. Qué legado de vida y aprendizajes a tu lado, me cuesta decirte adiós y no quiero hacerlo. Tengo el truco perfecto y te lo contaré, cada vez que coma aceitunas, me peine, huela un pastel, compre un látigo en la plaza y vamos a la palma con mi hijo, te recordaré, te tendré a mi lado, y compartiré ese momento como si fueran los nuestros, llenos de amor y complicidad, sólo así podré decirte arrever y hasta pronto.

A TODOS, No hemos podido despedirnos como nos pedisteis, como se merece. Sabemos que no hay culpables, perdonarnos nos ha hecho de bálsamo sanador y el amor eterno nos ha unido los corazones para siempre, te amamos te añoramos. Gracias.

Autoría;
M Remei Capitan y Artacho